El sistema quiere hacer negocio teniendo el monopolio de las ideas, soluciones y métodos a seguir

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Los demás nos conocen, sobre todo, por los hábitos, costumbres y conductas que pueden predecir con cierta seguridad de nosotros.

Es decir, en esencia, las rutinas son como un sendero que se dibuja con los días en la montaña de tu vida, algunos en «círculos viciosos» y otros hacia la cumbre de tu existencia.

Llega a ser tan cómodo seguir el sendero en «piloto automático» que poco a poco pasas más tiempo en éste… Sin pararte a pensar, o lo que es más importante, innovar o imaginar nuevas soluciones ante los avatares de la vida.

Esta forma de proceder ya viene condicionada desde la escuela tradicional, es más, Robert Swartz (doctor en el National Center For Teaching Thinking estadounidense) desvela en sus investigaciones que entre un «90 y un 95 por ciento» de la población mundial no sabe pensar adecuadamente.

Una de las razones está en que nos enseñaron a memorizar conceptos, rutinas y procedimientos para ser buenas y obedientes «unidades funcionales económicas», pero no nos educaron para razonar y resolver un problema haciendo uso de la creatividad e improvisación. El sistema quiere hacer negocio teniendo el monopolio de las ideas, soluciones y métodos a seguir.

Además de tenerte bien maniatado y controlado. Qué mejor para ello que aprovechar el viento a su favor de crisis económicas, guerras, colapso ecológico o pandemias. Ellos conseguirán hacerte creer que dependes de ellos para lidiar con ello, cuando, en realidad, son el alambre espinoso que te ata a sus designios.

Esa es una de las principales causas de que haya tantas personas medicadas y en tratamiento psicológico… el no tener las herramientas cognitivas y emocionales para resolver los conflictos y problemas que se cruzan en el sendero de la costumbre. Han perdido la capacidad de ser originales, creativos, resilientes y aprovechar las crisis como nuevas oportunidades.

Simplemente, no resuelven por sí mismos casi nada de lo que les acontezca. Esto entraña una falta de sabiduría y experiencia práctica vital que nos haga corresponsables de nuestros actos para la evolución intelectual, espiritual y sus consecuencias en la naturaleza, que son evidentes por lo denostada que está.

Aristóteles decía: «La excelencia no es un acto, es un hábito». El hábito de saber pensar y cambiar, cambiar a tiempo.

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