El fracaso permanente contra la violencia de género

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“Violencia” y “Agresividad” estos términos se suelen utilizar de forma similar, como si fueran lo mismo, sin embargo, no los son. Las personas son agresivas por naturaleza, de forma innata (SAN MARTIN ESPLUGUES P 21). La agresividad es necesaria para sobrevivir, para vencer las dificultades, tiene una base biológica. La violencia es una actitud aprendida, producto de construcciones culturales, según modelos que se trasmiten de una generación a otra.

La violencia, a diferencia de la agresividad: que tiene la función de proteger nuestra supervivencia y/o la de superación de las dificultades, esta primera, difiere de la segunda en su objetivo, que es obtener el control y dominación sobre otras personas (CORSL, J 2003)

A partir de esto, debemos indagar en las verdaderas causas de la violencia de género y, analizar a sus agresores, las posibles motivaciones y factores que llevan a dicha violencia contra la mujer. Una mujer puede tener igualmente una conducta violenta hacia un hombre, no por ello, tiene que ser motivada por el simple hecho de que es hombre.

Si queremos curar un mal debemos buscar la causa. Parece ser, que hay intereses “ocultos” en no encontrar la cura para este mal llamado” violencia de género y familiar”. Las leyes se han endurecido, se ha creado protocolos de protección a las víctimas, ayudas, pero a pesar de ello, los casos de violencia de género y familiar siguen aumentando año tras año. Tanto dinero gastado, millones de euros para reducir las estadísticas que desgraciadamente siguen aumentando. Esto es un claro y evidente fracaso en la lucha contra la violencia de género.

Los agresores de violencia de género no agreden a una mujer por el simple hecho de ser mujer, hay muchas razones por las que un agresor de género ejerce la violencia física y/o psíquica hacia su cónyuge. Lo que está claro es, que, como la gran mayoría de los agresores, busca a los más indefensos y vulnerables para saciar sus oscuros deseos. Esto no es cuestión de sexos, simplemente se trata de controlar y dominar, y como no, nada más fácil que elegir al más vulnerable.

En los estudios realizados sobre situaciones de violencia en la familia se han encontrado algunos factores de riesgo, si bien no concurren todos en todos los casos.

(COBO PLANA J.A : Protocolo de actuación forense integral en casos de violencia de género, febrero 2006)

• temperamento violento
• dificultad para tolerar situaciones de frustración y tensión familiar
• malos tratos en su infancia y juventud
• baja autoestima e imagen negativa de si mismo
• problemas económicos
• poca habilidad social
• consumo de tóxicos psicotrópicos, resultando el alcohol y la cocaína los tóxicos de mayor riesgo.
• enfermedad mental
• ideas delirantes centradas en la familia
• trastornos de la personalidad con datos claros de trastorno de control de los impulsos, con ideas obsesivas o sobrevaloradas.
• problemas psicosociales con la convicción de la interferencia nuclear de la víctima en su expectativa de futuro.
• dependencia emocional hacia la víctima, que puede dar lugar a unos celos incontrolados.
• represión racional de la emotividad
• no asumir la responsabilidad de sus actos, deformar la realidad y hacer responsable de los resultados negativos del comportamiento violento a la víctima.
• mal funcionamiento familiar, cuando existen hechos graves de alteración nuclear mantenida del funcionamiento familiar como omisión de obligaciones parentales, abandono, inducción a actos antisociales, et.
• relación violenta reiterada que hace que las personas perciban la violencia como una forma normal de relacionarse.
• actuaciones de “acoso” y/o “persecución” de un miembro de la familia por el otro.

No es necesario que concurran todos los factores de riesgo para que se desate la violencia. Los factores de riesgo pueden actuar como catalizador de la reacción violenta cuando concurren en una persona que ya es violenta.

Las víctimas más frecuentes de la violencia intrafamiliar son en un primer lugar las mujeres seguidas de los menores. De las estadísticas se puede deducir que la violencia doméstica habitual afecta mayoritariamente al cónyugue o conviviente, y es de género masculino (ALONSO ESCAMILLA, en LA ,MARCA PEREZ 2008). Esto no obsta para que, también, haya víctimas varones y mujeres agresoras. Cuando el núcleo familiar está compuesto por varias personas basta con el maltrato directo a una de ellas para que haya victimas secundarias, aunque estas no sean agredidas directamente; como en el caso de los menores. Hay que tener en cuenta que si a las personas adultas les cuesta denunciar su situación mucho más inusual es que menores denuncien. Los hombres son reticentes a denunciar pues huyen del riesgo de etiquetaje de menos hombre” por no haber sabido mantener el papel que nuestra sociedad les atribuye como personas fuertes y jefes del grupo familiar.

La violencia en la familia no tiene excepciones de clase, se da en capas sociales y económicas de todos los niveles: baja, media o alta. Sin embargo, los más propensos a sufrir esta lacra son los entornos con niveles bajos de educación de los padres, bajos ingresos y hacinamiento.

La solución no está únicamente en el castigo
Toda solución comienza por la educación y la concienciación de los niños, con la finalidad de que se conviertan en adultos respetuosos con el prójimo, su pareja, familia y todo su entorno. Educar para respetar, respetarse, querer y quererse, siempre desde la perspectiva de la igualdad y el bienestar general de todo ser viviente.

Los delincuentes de género deben ser evaluados individualmente, en relación con el delito y la violencia empleada para perpetrarlo, y así poner las medidas pertinentes para evitar la reincidencia. También se debe evaluar las causas que lo han llevado hasta este punto tan malvado y oscuro. Solo entonces se podrá indicar un tratamiento o medida efectiva. De esta forma se dará la mejor solución y la más adecuada: trabajos en beneficio a la comunidad, privación de libertad, reeducación, tratamiento psicológico, etc. Pero, para llegar a tomar una decisión correcta, hay que analizar y estudiar, como ya he dicho anteriormente, cada caso de forma personalizada. Lo adecuado sería dejar de vender cursos de manual para la reinserción de delincuentes de género, que solo sirven para llenar los bolsillos de unos cuantos. Bien se puede comenzar con que nuestros dirigentes y legisladores se tomen en serio este grave problema social. Que enfoquen los protocolos con vistas a soluciones efectivas y no a conseguir votos. Solo se debe hacer las cosas bien y por el bien común, con rigor y profesionalidad, todo ello debe estar a cargo de auténticos profesionales de la justicia, sociología, psicología, etc., no de políticos o amigos de estos.

El Plan para la protección y prevención contra la violencia de género, es un fracaso, totalmente inútil, pero a pesar de ello, se sigue invirtiendo grandes cantidades del dinero de los contribuyentes en… sabe Dios dónde, o en quién.

Cuando se ponen ciertas medidas, al tiempo, deben evaluarse, analizarse y estudiar los resultados obtenidos de forma objetiva. Si estos no son positivos, se debe cambiar la estrategia: es de tontos seguir haciendo lo mismo cuando algo no funciona. Se supone que, con este plan, el gobierno se propondrá alcanzar ciertos objetivos; que de lógica será bajar las cifras de muertes por violencia de género, entre otras agresiones que se producen en el entorno familiar, aunque las estadísticas desgraciadamente dicen lo contrario: aumentan las muertes y agresiones año tras año.

En España llevamos con las mismas medidas, o por lo menos en la misma dirección, muchos años, y a pesar de ello seguimos en la dinámica del; erre que erre, mientras los crímenes de violencia de género suman y siguen.

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