Cuando una revolución, sea la Francesa o la Bolchevique triunfan son los portadores de las bondades de sus nacionalismos

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Cuando los ejércitos de las diferentes naciones han invadido, destruido, saqueado, ocupado, realizado genocidios y otras barbaridades como lanzar bombas atómicas a ciudades repletas de civiles inocentes, si son los vencedores, resulta que son los héroes portadores de libertad y democracia, pero, cuando son los perdedores, por hacer lo mismo, son tratados como criminales.

Cuando una revolución, sea la Francesa o la Bolchevique triunfan son los portadores de las bondades de sus nacionalismos, cuando fracasan, son los ahorcados o fusilados que mueren en deshonor por traidores.

Depende de si tienes éxito o no, y que fácil es asumir que matar, destruir y mancillar forma parte lícita como instrumentos del logro.

Pero, hay guerras a mucha menor escala…  Así que mucho cuidado, no piséis terreno minado…

Remedios sabe que Asunción no es de fiar, de hecho, ella tampoco.

¿Qué es la confianza? Para personas como ellas es compartir juntas una mentira, un timo para un fin común.

Para ellas, la verdad está muy cara, es demasiado complicada, siempre acompañada de valores éticos y morales que impiden maniobrar con la libertad que una mente criminal precisa. La verdad es, por ejemplo, asumir que la justicia, a nivel terrenal, no existe, pues siempre dependerá de las diferentes perspectivas y circunstancias que la modelen en una azarosa realidad.

Ambas, Remedios y Asunción, planearon y ejecutaron el asesinato de las dos personas que iban a conseguir ser jefas de sección en la empresa en la que llevaban 15 años trabajando. Ellas se merecían más que nadie esos cargos. Pero claro, Alicia y Belén, jóvenes, esbeltas y, como no, sobrinas de un amigo del jefe de planta, llevando tan solo 3 meses en la empresa iban a ocupar esas plazas porque al macho alfa de la planta se la ponían dura.

Remedios tenía un plan, ella había trabajado antaño de celadora en una clínica privada en donde, entre otros tratamientos, realizaban radioterapia. Sabía el esmero con que se controlaban los elementos radioactivos y los estrictos protocolos. Muchas veces fue testigo de cómo los Técnicos Radiólogos realizaban las maniobras de almacenaje, transporte y aplicación. Simplemente se disfrazó de celadora, con una peluca color rubio oscuro y lentillas de colores en los ojos y en el momento adecuado, cuando se produce al cambio de turno en el hospital, robó varios productos radioactivos.

En la prensa local ni tan solo apareció la verdad, un pequeño artículo decía que se habían «extraviado» ciertos desechos radioactivos por error.

Luego, todo fue muy sencillo, sólo tenían que seguir turnándose en la sección para ir a buscar las meriendas y cafés de las compañeras cada media mañana.

Un mes y medio después, con una semana de diferencia, dos jóvenes de 23 y 25 morían prematuramente debido a una intoxicación aguda por radiación lo cual entrañó destrucción total de la médula ósea, daño en el tejido gástrico e intestinal con una terrible infección y hemorragias internas.

Se ha abierto una investigación policial, pero por ahora, no hay ninguna pista que lleve hasta las culpables, que para nada se lo sienten, pues simplemente, ellas pelean por lo que consideran es justo en una vida que no lo es, justa, por tanto, la única justicia que encontrarán será la que se creen ellas mismas.

Juan Carlos es bajito, de profesión camarero, no destaca en nada especial, pero lo compensa al hacerse necesario por ser muy trabajador y voluntarioso.

Le gusta practicar boxeo, le hace sentir más seguro, a parte de ayudarlo a mantenerse en forma y relajarse tras los intensos turnos de trabajo en el Hotel El CID, de Can Pastilla.

En el gimnasio en el que entrena, a veces aparece algún abusón, como Gonzalo, de metro ochenta, casi noventa kilos y que le gusta presumir de lo bien que boxea y cachas que está. Una tarde de un viernes, cuando solían realizar sparrings, Juan Carlos hizo guantes con Gonzalo. Juan Carlos recibió una buena tunda, con sus 65 kilos y baja estatura, parecía un muñeco de trapo recibiendo golpes.

Ya en la ducha, mientras sangraba por la nariz, Juan Carlos se preguntaba porqué había sido golpeado tan duramente, se suponía que sabiendo la diferencia de peso, fuerza y nivel boxístico ¿por qué no lo trató con mayor respeto y control?

Dos semanas después, Gonzalo venía al gimnasio muy apenado, no entendía cómo había podido producirse un incendio en su casa, todas su pertenencias desaparecieron en pocos minutos, los bomberos indican que el fuego se produjo a la vez por varios focos de inicio, es muy sospechoso, pero ¿de cuántas personas puede sospechar un tipo que va de matón y abusa por doquier de los más débiles?

Curiosamente, desde entonces, Gonzalo parece mejor persona. Eso hace pensar a Juan Carlos que a lo mejor, lo que hace falta en este mundo son justicieros que paren los pies a los maltratadores y abusones.

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