Cuando escribes sobre el amor, no sabes por dónde empezar ni cómo acabarás

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De hecho, siempre estás al límite del ridículo y la cursilería. Y descubres atónito, que la confusión redunda en la esencia misma de que somos un mamífero entre otros que rehuye el dolor para sobrevivir un día más.

Esto lleva a que haya personas que confunden el amor con el placer…

Los hijos de esta sociedad tan consumista, dicen, que aman lo que les produce bienestar, gozo y alegría. Viven como vampiros de a quienes poder succionar la esencia de un adictivo estado de felicidad.

No soportan la impermanencia del éxtasis. Cambian de lugar, de apariencia, de promesas, de personas, con total intolerancia al mínimo esfuerzo por empatizar con los demás.

Pero… Cuántas cosas callan los besos que no se dan.

Qué estéril ternura entrañan las caricias,
que no alcanzan a tocar una piel,
cuando el ser amado, no está…

Y sin embargo, eso es amar.

Amar no es dar o recibir todo lo mejor de nuestro ser, sino poder equivocarse, al permitir que la traducción que realiza el corazón de lo que pretende la mente, se exprese sin que el dolor se traduzca en miedo ni rencor.

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