¿Cómo puedo alcanzar un estado de paz y serenidad cuando cada día mi vida es una cruzada por sacar adelante a mis hijos, soportar al inmaduro de mi marido y sobrevivir a la dura competencia en mi trabajo?

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Rafaela, Rafi, como la llaman sus amistades, estaba en una de esas reuniones que realizaban en el centro espiritual de calle l’Emperadriu Eugènia, 1C de Palma.

Allí, un monje les decía: «Somos lo que comemos, miramos y los pensamientos en los que enfocamos la mente».

Ella trataba en ese momento de fijarse en sí misma, observarse y poder sentir realmente la impresión que tenía de sí misma.

Se preguntaba ¿Cómo puedo alcanzar un estado de paz y serenidad cuando cada día mi vida es una cruzada por sacar adelante a mis hijos, soportar al inmaduro de mi marido y sobrevivir a la dura competencia en mi trabajo?

Sorprendentemente, una voz interior le contestó: No se puede, tienes que desapegarte. ¿Desapegarme? Tengo responsabilidades, una hipoteca, niños pequeños que me necesitan, un trabajo que me permita sacarlo todo adelante aunque no me agrade. ¿Para qué vengo aquí si tampoco me sirve de nada?

La voz replicó: Tu marido te dejará tarde o temprano por otra, sus niveles de vasopresina son muy altos, tus hijos crecerán, se volverán adolescentes insoportables y cada vez más harán su vida pasando de ti un buen trecho, tu casa, lo más probable, es que nunca acabarás de pagarla, de hecho, lo lógico es que una próxima crisis económica haga inviable su pago y lo pierdas todo. Rafaela no cesaba en su asombro: ¿Pero bueno, esto qué es? ¿Qué clase de ayuda espiritual es esta?

Prosiguió la voz: Vivimos la impresión mental de los acontecimientos, no los acontecimientos en sí. Es inevitable si llevas una vida que se parece a un culebrón venezolano que pase lo que sucede en los culebrones. Lo único que puede cambiar es tu actitud ante ello. Tienes que poder decirte la verdad a ti misma para poder decidir con cordura.

Finalmente esa voz dijo: Puedes elegir vivirlo provocándote una úlcera, un cáncer o una depresión o aprender de una vez por todas a tener control de ti misma y, a partir de éste, tomar mejores decisiones en tu vida gracias a un renovado estado de serenidad mental y emocional.

Rafi, respiró profundamente y se dijo a sí misma: «Joder que hambre de comerme una pizza me ha entrado ahora»…»Ah, que no se me olvide que tengo hora en la peluquería a las cuatro.

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