Armengol e Hila los aburguesados de la política en Baleares

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Roberto Alberdi, recientemente jubilado, antes profesor de filosofía en una prestigiosa universidad Argentina, pasó sus últimos 20 años trabajando de camionero en Mallorca, pues su sueldo en el país de origen no le daba para poder sacar adelante las necesidades de sus dos hijas y una esposa delicada de salud.

Mientras realizaba su habitual paseo de la tarde para aprovechar la última hora de sol, parte de su trayecto transcurría por la zona del mercado del olivar, allí, siendo algo ya habitual, ve como unos indigentes se están montando una improvisada chabola para sobrellevar a buen recaudo estos días de frío.

En los bancos de la plaza, frente al mercado, una pandilla de jóvenes multiétnica, miran con chulería y cierto desprecio a los chabolistas.

Mientras, en la terraza de enfrente, una mujer, de unos cincuenta años, con sus dedos amarillos de tanto fumar, sostienen una taza humeante de té, mientras su mascota mil leches posa su cabeza en sus pies.

Frente a todos, un flamante Nissan X-Trail con e-Power está aparcando. El conductor, al bajar, resulta ser uno de esos políticos en activo, del grupo ese que van con corbata verde, metro setenta, todo trajeado y que al andar parece que lleva un palo de escoba clavado en el culo.

Entonces, Roberto, con toda la estampa al completo, no puede evitar pensar que este país se va al carajo. Por ello, como hombre que vivió una dictadura, sobrevivió al corralito y además aún se siente capaz intelectualmente, empieza a desarrollar un discurso mental:

Votamos y pagamos a políticos para que nos hagan promesas de que podrán resolver y gestionar problemas para los que no tienen recursos suficientes con los que darles solución, pues, cómo poder dar respuesta suficiente a la insaciable codicia y avaricia humana, y como no los tienen, medios para lograrlo, sólo les queda servir a los intereses del sector de la población más pudiente, de la que, por cierto, gran parte de ellos pertenece, como es el caso de personajes como Armengol, Hila y toda la cohorte burguesa que vive de la poltrona.

Por eso, mientras exista esa rancia burguesía balear, bien asentada, bien colocada en las administraciones y situada en gran parte de las profesiones con buenas rentas, esos mismos políticos tendrán asegurada la continuidad de esas políticas que sirven, principalmente, a los fines de toda esta «gente bien».

Mallorca es un paraíso para esos privilegiados con propiedades, altas pensiones, que tienen trabajo bien remunerado y estable o empresarios con buenos beneficios.

¿Pero qué hay de los demás?
Mucha gente está viviendo de sueldos precarios, pensiones pírricas, de trabajos estacionales que apenas bastan para pagar un alquiler y comer, de ayudas no acordes al coste de vida real insular.

Hay economistas que ya están calculando que, en breve, saldrá más barato fletar aviones con personal laboral traídos de comunidades donde el sueldo que cobren aquí les baste para sobrevivir dignamente allí de donde vengan.

Luego nos encontramos conque, cada vez más, la juventud más cualificada se va a trabajar al extranjero y sólo se quedan si forman parte de esa clase media alta que los «coloca», mientras que la nueva generación menos formada se acumula en las estadísticas del desempleo local, siendo cada vez más nutridas por jóvenes inmigrantes que tienen aún más dificultad pues tienen que adaptarse e integrarse, en su mayoría, en condiciones inadecuadas.

Qué decir que los parados crónicos mayores de 45 años es ya una realidad irresoluble.

Mientras, el porcentaje de pobreza, exclusión social y los guetos de chabolas y caravanas van apareciendo por doquier… véase que incluso el parking de Son Hugo se está convirtiendo en un improvisado camping caravanero.

En casi todos los lugares pasa lo mismo, sea en Los Ángeles, Estocolmo o Barcelona, una mayoría inconsciente de que si quisiera podría acojonar fácilmente a la clase acomodada para que tomaran realmente medidas para mejorar sus vidas, es incapaz de reaccionar hasta que la situación se hace tan insostenible que aparece un nuevo Mao, Lenin o Napoleón… para tristemente, reiniciar de nuevo los mismos errores de esta, mayoritariamente, mediocre humanidad, que no aprende, porque ¿cómo pueden los inteligentes sobrevivir a tanto obtuso?

Hemos vivido casi siete décadas de paz, progreso y mejora de calidad de vida gracias a que después de la Segunda Guerra Mundial apareció una gran masa llamada clase media, con oportunidades, trabajos dignos y que nutrieron de grandes talentos, científicos y artistas la sociedad.

Ahora, la nueva revolución tecnológica que está convirtiendo esa clase media trabajadora en prescindible, la facilidad con la que la riqueza mundial se atesora en pocas manos y un inminente colapso ecológico, todo ello, nos acerca a un inevitable conflicto social, económico y bélico.

Mientras, la masa social, parca en inteligencia y víctima de su mediocridad, donde sus estamentos más bajos se conducen como carroñeros de la selva capitalista, se les da pienso estatal barato para que, por ahora, pueda mantenerla apaciguada lo suficiente y este pernicioso y agonizante sistema siga durando «un poco más».

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