Amores que vienen sin quererlo llevando un final indeseado

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Amor, Dios mío, cuánto amor… Verónica no podía despegar sus ojos de la carta que acaba de recibir.

Su amada, Saima, le había escrito una febril misiva expresando con sincera desnudez del alma su inevitable despedida.

Ambas se habían conocido en la ONG «Acción Contra el Hambre», en los alrededores de Sukkur, que interactuaba con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) distribuyendo en improvisados albergues a una parte de los cerca de 10 millones de personas desplazadas de sus hogares por las últimas y devastadoras inundaciones en Pakistán.

Especialmente proveían kits de tienda de campaña, comida, agua y productos de saneamiento personal en Thul Tehsil, Distrito de Jacobabad, Provincia de Sindh.
Saima, nombre que significa «mujer en ayuno». Era una joven mujer cuyo matrimonio pactado se consumó a la edad de 12 años con un marido 23 años mayor que ella.

Un fundamentalista islámico, capataz del principal ganadero de la región.

La ternura encontrada en amores furtivos

Ella, Saima, nunca conoció un ápice de ternura, ni tan sólo placer al ser literalmente «montada» por Abbas, que en árabe clásico significa «austero».

Verónica, en cambio, era una moderna mujer occidental que rebosaba libertad por cada uno de sus poros. Francamente, nunca creyó que dar rienda suelta al amor iba acarrear tal desgracia.

Saima, la mañana del 17 de septiembre de 2022, conoció al amor de su vida en una revisión de prevención médica en la que resulto ser la enfermera Verónica.

Cuando aquél ángel con bata blanca la ayudo a desvestirse de su Shalwar kameez (una vestimenta usada tanto por mujeres como hombres en Pakistán y Afganistán). Los delicados dedos de Verónica rozaron por primera vez, con tal dulzura, su piel, que Saima no pudo evitar suspirar de placer.

Ese simple hecho fue como una impronta imposible de borrar. Saima, no pudo evitar esconderse para observar obsesivamente como Verónica seguía atendiendo al resto de mujeres y niños. Pues, estaba prohibido que hombre alguno pudiera tocar a una mujer del lugar.

Mientras, Verónica (nombre medieval que etimológicamente se interpreta como «vera icon» que significa «imagen verdadera»), cada vez más emocionada, se sentía presa de las intensas miradas que le proliferaba Saima, que se asomaba tras unos bultos en la entrada de la improvisada enfermería de campaña.

Furtivo amor

Así se inició una apasionada y furtiva historia de amor.

Hasta que fueron descubiertas, Verónica, fue detenida junto a su amante, pero, a las pocas horas, gracias a la pronta intervención diplomática. Consiguieron que subiera escoltada a un avión que, dos escalas después, le permitirían volver a Palma de Mallorca sana y salva.

Saima fue condenada con urgencia a ser dilapidada. Por lo menos, gracias a la intervención de los compañeros de Verónica, la penada, tuvo derecho a escribir una carta antes de ser ejecutada.

La lapidación está prohibida en casi todo el mundo, pero sigue vigente en lugares como Mali, Níger, Arabia Saudita, Sudán, norte de Nigeria, Yemen, Irak, Irán, Afganistán, Paquistán, Catar (cosa que a los fanáticos del fútbol parece no importar en absoluto), Mauritania, Kuwait, Emiratos…

El día de su ejecución, antes que ella, fue obligada a ver la lapidación de una niña de 9 años ejecutada a pedradas para reparar, supuestamente, el honor herido de su familia.

Aterrorizada, poco después, fue acompañada a una especie foso escavado de pocos metros y envuelta en un sudario blanco que le cubría todo el cuerpo salvo los ojos; lo último que vio, antes de cerrarlos, fue la mano de Abbas empuñando la primera piedra.

P.D. Algunas de mis narraciones son una mezcla de realidad y ficción; de usted, querido lector, es la respuesta final a qué es qué.

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